sábado, 14 de julio de 2007

Le falta un diente a la llave. No encaja; no abre ni cierra, no da vueltas para acá, ni da vueltas para allá. Mira desconcertada, sin entender. Qué explicarle, a la suertuda. Cómo mirarla, mejor bajo mi semblante. La puerta se deja estar desconfiada, temerosa, hasta casi se podría decir que un poco susceptible también. Llora cuando la empujan, pero se mantiene estática al toque de cualquiera. Resopla amargada cuando hay corriente de aire, no las soporta. Se entretiene especialmente con los niños, que entran y salen continuamente de todos lados. Curiosamente, le gusta vivir en las mesitas de luz de aquellos pequeños, protegiendo sus secretos de todos esos curiosos y entrometidos adultos que nada parecen entender de la travesía de aquellas semillas que sueñan en pesadillas convertirse algún día en gente del mundo contemporáneo, aquella moderna cápsula que saca radiografías del presente.


Ahora se miran, alejados por la inutilidad de sus palabras. La llave se aleja, avergonzada. La puerta rechina en un soplido aburrido entre las personas que ríen y cantan. Una de ellas dejó caer hace poco un juego de llaves que fueron pisadas y hasta quebradas sin siquiera notarlo. Le falta un diente a la llave, qué pobre suertuda. Se aleja avergonzada.

lunes, 9 de julio de 2007


Me imagino que hace ya algún tiempo existió un hoy, lleno de nada. No había sonidos, todo era silencio. No había colores, todo caminaba como una nebulosa impenetrable, oscura pero suave como el algodón mas deshecho. Todo inmensamente inmenso, ilimitado e inagotable; sin altos ni bajos, sin anchos ni angostos. Todo tan completamente saturado de vacío.
Un día, una buena (¿buena?) Mano creó polvillo, lo sopló dulcemente, le dio forma y lo puso a mercer del universo. Vaya uno a saber porqué, pero tardó 24 horas en tomar conciencia de que ese trozo de tierra, aún con sus soles y sus lunas, moriría en una lenta y triste soledad, de no ser acompañado por algo o, en el último de los casos, alguien.
Fue ahí cuando la Mano tuvo su maravillosa (¿maravillosa?) idea. Fue ahí cuando fue creado el ser más contradictorio, aquel cuyo fin es la felicidad pero cuyo camino rebosa de traiciones, de render hacia esa misma Mano que lo creó, e incluso hacia sí mismo. ¿Por qué, desde su creación, su naturaleza tiende a darse cuenta demasiado tarde de las hermosuras, de lo realmente lindo? Deberían enseñárselo desde pequeño, y la vida debería ser como una montaña rusa, para que cuando llegue su final, respire hondo y esté extasiado de felicidad. Porque hay una sola vuelta en ella, y hay que darles una mano para así poder reir de verdad.